Diario
de a bordo. Día 1, tras regresar de Próxima B.
Es sólo un sueño, pero es tan real que he vuelto a
sentir erizarse cada uno de los pelos de mis brazos, como cuando despertaba
junto a ella. He sentido de nuevo su tacto. El olor es el mismo aroma a sudor
con el que amanecíamos cada día. El sabor de su sexo aún perdura en mi boca y
el sonido de sus susurros se vuelca en mis tímpanos. Sin embargo, nunca he
podido disfrutar de su imagen desde el día en el que nos separamos. Es como si
en ese instante todo mi cerebro pudiera recordar a través de cualquiera de mis
sentidos, excepto la vista. Yo alardeando toda mi vida de memoria fotográfica y
me encuentro ciega frente a la única experiencia que puedo sentir que me ha
hecho feliz.
No puede ser sólo un sueño, pero no parece ser un
recuerdo. Sé que no estoy loca, pero es imposible.
Todo comenzó hace
una semana, el día de lanzamiento desde la nave nodriza. El objetivo era aterrizar
en Próxima B y valorar sobre el terreno la más que probable colonización del
planeta a tenor de los datos de los que disponíamos desde hacía décadas. Se
había valorado enviar más tripulación, pero al final se estimó que era mejor
que la primera incursión fuera mínima. Fui la elegida entre un selecto grupo de
científicos debido a mi superdotada memoria visual. Esta me permite ser una
cámara mucho más sofisticada que cualquier tecnología similar a nuestro alcance
y la técnica de recuperación de memoria haría posible convertir mis recuerdos
en imágenes o incluso vídeo, sin sonido eso sí, con total precisión a mi
vuelta. En resumen, sólo tenía que
aterrizar y mantener los ojos bien abiertos.
No sé qué pasó.
El último recuerdo extraído y válido es una imagen al echar la vista
atrás, viendo actuar al robot de muestras, mientras me dirigía al borde de un
acantilado cercano a la zona de aterrizaje.
Estoy muy asustada. Escribo esto
sin creer lo que sé a ciencia cierta. Estoy embarazada.
J.L.Galán
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